1. Proverbios 6
(RVC)
Hijo mío, si sales fiador por tu amigo,
y empeñas tu palabra en favor de un extraño, te has enredado con tus propias palabras;
¡eres cautivo de tus propias promesas! Hijo mío, has caído en manos de tu prójimo.
Para librarte, tienes que hacer lo siguiente:
Ve a hablar con tu prójimo, y humíllate ante él. No te des un momento de reposo;
no cierres los ojos ni te duermas. Sé como gacela, y escápate del cazador;
sé como un ave, y líbrate del que pone trampas. Perezoso, mira a las hormigas;
fíjate en sus caminos, y ponte a pensar. Ellas no tienen quien las mande,
ni quien les dé órdenes ni las gobierne. Preparan su comida en el verano,
y en el tiempo de la siega recogen su comida. Perezoso, ¿cuánto más seguirás durmiendo?
¿Cuándo vas a despertar de tu sueño? Un poco de dormir, un poco de soñar,
un poco de cruzarse de brazos para descansar, y así vendrán tu necesidad y tu pobreza:
como un vago, como un mercenario. El que es malvado y canalla
siempre anda diciendo cosas perversas; guiña los ojos, mueve los pies,
hace señas con los dedos; en su corazón sólo hay perversidad,
y todo el tiempo anda pensando en el mal.
¡Siempre anda sembrando discordias! Por eso, cuando menos lo espere,
le sobrevendrá la ruina sin que pueda evitarlo. Hay seis, y hasta siete cosas
que el Señor detesta con toda el alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa,
las manos que derraman sangre inocente, la mente que maquina planes inicuos,
los pies que se apresuran a hacer el mal, el testigo falso que propaga mentiras,
y el que siembra discordia entre hermanos. Hijo mío, cumple el mandamiento de tu padre,
y no te apartes de la enseñanza de tu madre. Llévalos siempre dentro de tu corazón;
pórtalos alrededor de tu cuello. Serán tu guía cuando camines,
te protegerán cuando duermas,
y te hablarán cuando despiertes. El mandamiento es lámpara,
la enseñanza es luz,
y las reprensiones son el camino de la vida. Te librarán de la mujer malvada,
de la lengua sutil de la mujer ajena. No codicies en tu corazón su hermosura,
ni dejes que ella te atrape con sus miradas, Una ramera te cuesta un bocado de pan,
pero la mujer ajena te puede costar la vida. ¿Quién se echa fuego en el pecho
sin que se queme su ropa? ¿Quién puede andar sobre brasas
sin que se quemen sus pies? ¡Pues tampoco puede clamar inocencia
el que se acuesta con la mujer de su prójimo! Nadie desprecia al que roba,
si lo hace para calmar su apetito; si lo sorprenden, debe pagar siete veces
y entregar todo el patrimonio de su casa, pero cometer adulterio es no tener cabeza;
quien adultera, se corrompe a sí mismo, lo que obtiene son golpes y vergüenza,
y nunca logra borrar esa mancha. Los celos despiertan la ira del hombre,
y en el día de la venganza éste no perdona; no perdona ni se da por satisfecho,
aunque se le ofrezcan muchos obsequios.
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